14/08/2025
República dominicana
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La trágica muerte de Miguel Uribe Turbay, un nuevo golpe a la democracia colombiana

Bogotá, 11 de agosto de 2025 – Con profundo pesar, Colombia lamenta la muerte del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, ocurrida hoy, 11 de agosto de 2025. Este trágico suceso, que se suma al atentado que sobrevivió el pasado 7 de junio en Bogotá, marca un nuevo capítulo de dolor en la historia política del país, evocando la memoria de su madre, la periodista Diana Turbay, asesinada en 1991 tras un secuestro ordenado por el narcotraficante Pablo Escobar.

Miguel Uribe Turbay representaba una generación de líderes que, habiendo enfrentado tragedias personales, eligieron la política como un espacio para construir, no para destruir. En entrevistas, Uribe expresó que perdonar a los responsables de la muerte de su madre fue su manera de romper el ciclo de venganza que ha marcado a Colombia. Su compromiso con el debate, la pluralidad y el disenso pacífico lo convirtió en un símbolo de esperanza para una nación que lucha por consolidar su democracia.

Una historia de líderes silenciados

La muerte de Uribe Turbay se inscribe en una dolorosa lista de líderes colombianos que, en momentos clave, fueron silenciados: Jorge Eliécer Gaitán (1948), Luis Carlos Galán (1989), Carlos Pizarro (1990) y los dirigentes de la Unión Patriótica, víctimas de un exterminio político sistemático, según la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Cada una de estas pérdidas ha sido un recordatorio de que la eliminación del adversario no puede ser un método político en un Estado democrático.

Uribe Turbay defendió la idea de que la oposición debe basarse en el disenso argumentado, no en la violencia. Su ausencia plantea preguntas urgentes: ¿puede el Estado garantizar la vida y la participación política sin temor? ¿Cómo preservar un ecosistema de libertades donde la oposición pueda existir sin amenazas?

El desafío de la democracia colombiana

El politólogo Giovanni Sartori advertía que la democracia no se sostiene solo con elecciones, sino con garantías que permitan la existencia de la pluralidad. Robert Dahl, por su parte, subrayaba que el pluralismo político es esencial para una poliarquía funcional. La muerte de Uribe Turbay pone en evidencia la fragilidad de estas garantías en Colombia, donde la seguridad –pilar fundamental del Estado– sigue siendo un desafío.

Hoy, Colombia debe reflexionar sobre el legado de Miguel Uribe Turbay y el mandato que deja: construir una democracia donde el disenso sea un derecho, no una sentencia. Su vida y su trágica partida nos interpelan a trabajar por un país donde las ideas se confronten con argumentos, no con violencia.

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