mayo 20, 2025
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Herencia, estética y desilusiones: el impacto social,educativo y familiar de la modificación corporalen la identidad genética.

Por Carlos Vidal.

En la actualidad, las sociedades modernas viven inmersas en una cultura de la apariencia, donde los estándares de belleza son cada vez más exigentes, homogéneos y alejados de la diversidad natural. Las cirugías estéticas, los procedimientos invasivos y las transformaciones corporales son prácticas comunes que responden a un ideal impuesto por los medios, las relaciones de parejas, muchas veces la no aceptación de su maleta biológica fenotípica, la publicidad y las redes sociales. Sin embargo, este fenómeno no solo tiene implicaciones individuales, sino también sociales, educativas y familiares, en particular, afecta una dimensión poco discutida: la relación entre la identidad genética y la imagen corporal heredada.

El cuerpo humano, en su estado natural, es portador de una historia biológica que se transmite de generación en generación. Los hijos son el reflejo genético de sus progenitores, una mezcla única de rasgos fenotípicos (características visibles) que los conecta con sus raíces familiares. Esta conexión tiene un peso emocional, cultural, social y psicológico, pues refuerza el sentido de pertenencia, continuidad y legado. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando las características visibles de los padres han sido modificadas o manipuladas a través de procedimientos quirúrgicos? ¿Qué sucede cuando los hijos no heredan esos pómulos, labios, rasgos faciales, narices o cuerpos manipulados a través del quirófano?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2023), “las prácticas de modificación corporal pueden contribuir a distorsiones en la percepción de la imagen corporal en niños y adolescentes, especialmente cuando se evidencia una brecha entre la apariencia natural y la apariencia parental”. Las modificaciones estéticas, aunque válidas como decisiones personales, no alteran la información genética. Las prótesis mamarias, los implantes de glúteos, las rinoplastias, las liposucciones o las extensiones de pestañas no son parte del ADN, por tanto, no serán transferidas a la descendencia. En el momento en que los hijos comienzan a descubrir sus rasgos físicos y a buscar similitudes con sus padres, pueden enfrentarse a una incertidumbre emocional, cognitiva y social inesperada: sus cuerpos naturales no coinciden con la imagen perfeccionada de sus progenitores.

Este desajuste puede generar diversas consecuencias:

  • Impacto en la identidad y autoestima de los hijos

Como explica Susan Bordo (2003), “la cultura de la delgadez y de la perfección corporal se impone no solo sobre las mujeres, sino también sobre las generaciones futuras, quienes crecen midiendo su valor en centímetros, gramos y cirugías”. Al no encontrar en sí mismos las características «aspiracionales» de sus padres, algunos niños y adolescentes podrían experimentar sentimientos de inferioridad, inseguridad o rechazo hacia su apariencia natural. Esto puede fomentar una temprana insatisfacción corporal y un deseo prematuro de modificar su cuerpo, alimentando un círculo vicioso de intervención estética.

  • Crisis de autenticidad familiar

Las familias podrían enfrentar tensiones o desencuentros cuando la imagen proyectada por los padres no coincide con la genética transmitida. Tal como argumenta Anthony Giddens (1991), “la identidad moderna es un proyecto reflexivo, y el cuerpo se convierte en uno de los principales espacios donde los individuos negocian su sentido de sí mismos”. Cuando estas negociaciones fracasan o se basan en imágenes irreales, la confianza, la honestidad y la transparencia en la dinámica familiar pueden verse erosionadas, alimentando dudas, confusión o incluso resentimiento.

  • Desafíos culturales y sociales

En comunidades donde la estética ha sido elevada a un valor supremo, los hijos que no replican esos modelos artificiales pueden sentirse excluidos, ridiculizados o presionados a replicar patrones ajenos a su naturaleza. Esto intensifica las brechas sociales, normaliza la cirugía como un camino obligatorio hacia la aceptación y profundiza la intolerancia hacia la diversidad corporal. Como señala Rosa Gil (2019), “la obsesión por modificar el cuerpo ha llegado al punto en que la identidad genética pierde valor frente a la identidad fabricada, generando una ruptura entre la biología y la apariencia social”.

  • Reflexiones necesarias para una sociedad que cultiva la apariencia

Más allá de la discusión ética o estética, este fenómeno nos invita a reflexionar sobre el valor que otorgamos a lo natural, lo heredado y lo auténtico. La ciencia ha demostrado que las intervenciones cosméticas no cambian la herencia genética, pero es la sociedad la que debe asumir el compromiso de educar desde una visión integral del cuerpo humano, donde se valoren tanto la belleza interior como la diversidad fenotípica.

En este sentido, Jean Baudrillard (1970) advierte que” vivimos en una sociedad donde el cuerpo se convierte en mercancía, y su valor depende de cómo se exhibe y se ajusta a los códigos de belleza dominantes”. Este imperativo estético no solo genera una presión individual, sino que se traslada a la familia, generando crisis identitarias en los hijos que no encuentran en sus cuerpos la continuidad visual de sus padres.

Asimismo, Jacques Lacan (1949) ya había advertido sobre el conflicto que genera el «cuerpo imaginario» que proyectamos hacia los otros, el cual no siempre coincide con el cuerpo real, provocando divisiones internas que fácilmente pueden trasladarse al ámbito familiar y social.

Se hace más que necesario que pueda ir pensando en abrir espacios de diálogo en la familia, la escuela y la comunidad sobre la aceptación corporal, el amor propio y la importancia de reconocer en nuestros hijos el reflejo de una historia biológica genuina, aunque imperfecta. Solo así podremos evitar que las futuras generaciones crezcan atrapadas en un espejo roto, buscando en sus rostros y cuerpos las huellas de una estética que nunca les perteneció.

En conclusión, todas estas acciones que aparentemente son ajenas al ámbito familiar, social y escolar, abren nuevas demandas que deberían ser enfrentadas no en muy corto tiempo, ya que de manera acelerada está influyendo en el comportamiento social de los individuos y sobre todo de las niñas, que desde temprana edad ya andan presumiendo estilos de adultos que aceleran las etapas del crecimiento y desarrollo y llevándolas a una confusión de identidad inimaginable.

Las familias, la escuela y la sociedad, cada día más tienen que enfrentarse a situaciones que en su momento no se le presta la debida atención pero que se convertirán con el tiempo en problemática sociales de alto impacto en todas sus manifestaciones, pero ¿se está preparado para enfrentar estas demandas en el ambiente áulico, familiar y social?

Referencias

Baudrillard, J. (1970). La sociedad de consumo. Ed. Kairós.

Bordo, S. (2003). Unbearable Weight: Feminism, Western Culture, and the Body.
University of California Press.

Giddens, A. (1991). Modernidad e identidad del yo. Ed. Península.

Gil, R. (2019). La tiranía del cuerpo perfecto. Barcelona: Editorial Ariel.

Lacan, J. (1949). El estadio del espejo como formador de la función del yo. Revista de Psicoanálisis, 4(1), 81-93.

Organización Mundial de la Salud. (2023). Informe sobre salud mental, imagen corporal
y redes sociales
. Ginebra: OMS.

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